lunes, 22 de agosto de 2011

ENSAYO Y OPINIÓN


CARNAVAL: LA INTERRUPCIÓN DEL ORDEN

 

Los orígenes del Carnaval son tan antiguos, que debemos remontarnos a los tiempos en que el dios Pan perseguía a ninfas y muchachas por los bosques de Arcadia; a veces con un éxito tan envidiable, que de su actividad resultó un verdadero culto a la fertilidad. A partir del siglo V los ritos respectivos eran llevados a cabo sólo por mujeres, las Bacantes.

 

Dionisio llega a Grecia desde Anatolia. Dios no sólo de la fertilidad, sino también del vino, además es patrono de la agricultura y el teatro. Dionisio impulsa la liberación del individuo a través de la locura, el éxtasis y el vino, claro. Su pretensión es arrancar las preocupaciones de la mente de la gente para alcanzar su esencia real. Al arribar a Roma entre los siglos III y II a.C., Dionisio se llama Baco; en tierras latinas sus profundos ritos iniciáticos se pierden de vista en las Bacanales, ya que al público local le gusta más el desenfreno que la Búsqueda.

 

El Cristianismo medieval execra ciertos Libros de la Biblia y modela la religión a sus necesidades. En ese tumulto, identifica a Mandinga con la imagen de Pan (un Fauno: mitad hombre y mitad macho cabrío). En esa labor, controla las paganas Bacanales romanas y las asocia cronológicamente con la Cuaresma: todo queda en una fiesta de alegría y diversión con mascaritas y papel picado. Así nacen las Carnestolendas, cuyo significado aproximado es la abstinencia de carne en la época señalada. Luego la palabra deriva en Carnaval.

 

El tiempo pasa y cada país ofrece una visión diferente del carnaval. El Mardi Gras de Nueva Orleans (Martes Graso, el último día para comer antes de la abstinencia), acaso emparentado con el Jueves Lardero hispano, ofrece desfiles de carrozas y muñecos gigantes. Venecia funda la tradición de los personajes típicos del Carnaval, en busca de la disolución de las diferencias sociales. Brasil baila su anulación de clases y jerarquías, y Argentina celebra sin preguntar mucho. Pero creo que quien mejor ha comprendido el significado profundo de las Bacanales es Uruguay. Los herederos de las murgas gaditanas llegadas en 1910 tomaron el mensaje social griego, con sabor véneto en su lenguaje, y lo elevaron al rango de fiesta iniciática. Iniciática, pero fiesta; fiesta, pero de un modo misterioso y bello, iniciática. 



UN ACERCAMIENTO AL PROBLEMA DEL TIEMPO

Hay dos coordenadas que rigen nuestra existencia: el Tiempo y el Espacio. En cierto aspecto, luego del desarrollo que ha tenido la humanidad en el arte del traslado, ya no nos preocupa tanto el problema del espacio, más allá de algunas distancias incómodas. Sin embargo, ya volveremos a este tema.
En lo que concierne específicamente al tiempo, procuraremos establecer otra relación entre la naturaleza del tiempo y la percepción que de ella tenemos.
En efecto, nuestra limitada percepción del tiempo es el problema principal. A través de las eras, el hombre sólo ha podido discernir el tiempo a través de su medida, pero éste siempre ha sido inasible y -lógicamente- escurridizo. El hombre ha dado grandes pasos en el arte de medir el tiempo, pero sólo genios de excepción como Albert Einstein o Stephen Hawkins han logrado arañar algo más que la mera medida. En realidad, la física trata de responder desde la observación y la especulación desde el punto de vista exclusivamente material, es decir, desde nuestro plano físico.
También Platón, Plotino, Wittgenstein y otros han intentado resolver el problema del tiempo desde la filosofía, es decir, desde la razón pura. Sin embargo, la realidad del tiempo también escapa de la luz de la “Madre de Todas las Ciencias”.
Nosotros pensamos que la respuesta no está en el plano físico o material, ni tampoco en la especulación filosófica, los que, como hemos visto, han dado a la humanidad enormes contribuciones, pero que, sin embargo, dependen de la siempre limitada visión del intelecto.
Nuestra contribución, entonces, parte desde el punto de vista espiritual. Téngase presente, a tal efecto, que no hablamos de religión.
Creemos que Charles Darwin, con su Teoría General de la Evolución de las Especies, estuvo muy cerca de dar con la clave de muchos interrogantes existentes fuera de la Biología. Es que la teoría de la adaptación de las especies al medio ambiente, propuesta por Darwin, podría ser el resultado de otro fenómeno, imprevisible e incomprobable por parte de un científico positivista: Como enseña Meher Baba en su libro Dios Habla, cada especie es el resultado no de la adaptación genética al medio ambiente, sino la adaptación del alma a una forma física más evolucionada, de acuerdo al grado de desarrollo de su consciencia que haya logrado durante su forma física anterior.
Según Meher Baba, todas las almas se encuentran en un “viaje” desde la forma más elemental (piedras) hasta la más evolucionada, el ser humano, que es donde se tiene plena consciencia de sí mismo y del entorno.
Nuestra conjetura comienza aquí. Las almas que están en el estado de piedra y vegetal (reinos mineral y vegetal), no tienen consciencia ni del espacio ni del tiempo. Sólo cuando el desarrollo de su consciencia se los permite, llegan al estado de, digamos, virus o bacteria, la forma más elemental del reino animal. Sólo en esta etapa estas almas comienzan a tener consciencia del espacio. No porque tengan ojos para verlo, ciertamente, pero pueden percibirlo a través de diferentes mecanismos biológicos que no hace falta detallarlos aquí. Sin embargo, es probable que en ese estadío esas almas se hagan las mismas preguntas sobre el espacio, como nosotros en nuestro estadío respecto del tiempo.
Esas almas (en tanto consciencias en evolución) siguen su camino, y en un momento desarrollan el sentido de la vista. Ya poseen ojos para ver el espacio, lo cual es una verdadera revolución en el universo animal: por ejemplo, ya pueden dominar un “territorio”. Pero no tienen consciencia del tiempo, pues todavía el instinto que su evolución misma ha desarrollado no les permite percibirlo.
Al llegar al estado de ser humano, esas almas ya tienen una noción un poco más cercana del tiempo: Ya se han acomodado al paso de la noche y del día, a las estaciones del año, a las diferencias entre generaciones. El hombre ya puede medir el tiempo tanto en sus mínimas expresiones como en las máximas, usarlo en su provecho, narrar la historia y calcular el futuro. Sin embargo, no puede manejarlo a su antojo. Entonces, la gran pregunta humana es: Por qué no podemos viajar en el tiempo como lo hacemos por el espacio? Estamos acostumbrados a ver el tiempo como una de las dos coordenadas cartesianas que nos enseñan en la escuela, Y es tiempo y X es espacio. Por lo tanto, si podemos viajar por una de las dos coordenadas, por qué no en la otra?
Para intentar dar una respuesta a este interrogante, debemos volver nuestros pasos al tema de la evolución de la consciencia de las almas. Tomemos el ejemplo de un árbol; un gran árbol, digamos una sequoia gigante. Posiblemente sea el grado de consciencia más evolucionada en el mundo vegetal. Sin embargo, al no poder moverse un centímetro del lugar donde reside, no tiene más consciencia del espacio que la que le dan sus ramas oscilantes en el viento y sus raíces.
Acaso esa alma-sequoia se preguntará: Heme aquí, estoy en un “aquí”. Percibo mis raíces en lo profundo y mis hojas más jóvenes en las alturas, aprecio una circunferencia variable. Por lo tanto, hay un “abajo”, un “arriba” y un “medio”, el tronco.
Pero, como decimos, el viejo sequoia no tiene medios para moverse. Ni siquiera un centímetro.
Del mismo modo, nosotros, móviles seres humanos en este plano de consciencia física, podemos disfrutar de las apreciables ventajas de la locomoción, y aun visitar artificialmente medios a los que no pertenecemos, como los profundos océanos y las alturas vertiginosas.
Pero nuestro problema ya no es el espacio, sino el tiempo. Como el viejo sequoia respecto del espacio, percibimos un “antes”, un “ahora” y un “después”... Pero no podemos movernos a voluntad ni un solo milímetro de esas categorías. Hemos, sí, llegado a percibir la idea de la eternidad, pero sólo gracias a la información de algunas pocas almas, llevadas por su propia evolución, quienes saben exactamente de qué se trata.
Por tal razón creemos que nos falta todavía un salto evolutivo para poder asir con seguridad la materia del tiempo. Un salto evolutivo general, acaso parecido a aquel en el que la consciencia del simio quedó detrás de la consciencia del primer Homo sapiens.
Meher Baba señala que la evolución de la consciencia hasta su definitiva liberación o reintegración consciente a Dios, la Causa Primera, requiere el mencionado viaje a través de cada una de las especias de los tres reinos (mineral, vegetal y animal) en el plano físico, hasta que, en el estado de ser humano, cada alma atraviesa siete planos de consciencia, que están distribuidos en tres “mundos”: El mundo físico (o denso) que conocemos, el mundo de la energía (eléctrica, atómica, etcétera), y el mundo mental, es decir, el mundo en el que los pensamientos son lo único que existe, y de lo único que es consciente el alma que ha llegado hasta ese punto. Más allá del mundo mental, el viaje se completa con la Realización de Dios, es decir, el alma vuelve a ser Dios, pero conscientemente.
Así como nosotros no somos conscientes de los miles de procesos metabólicos de nuestro propio cuerpo, experimentando sólo las llamadas “necesidades básicas”, pero sí somos conscientes de emociones, pensamientos abstractos y otras actividades no exclusivamente físicas, aquellos que ya están transitando la evolución de la consciencia hacia los planos superiores han conocido al tiempo de manera tan simple y directa como nosotros percibimos el espacio. Luego, ya no son más conscientes del mundo físico, salvo en algunos casos excepcionales.
Claro está que queda el problema de la eternidad. En realidad no es un problema: es la morada de Dios, por así decirlo. La eternidad es un “ahora”, un “ya mismo” continuo y permanente, sin antes ni después, sin pasado ni futuro. Continuando con los conocimientos que ofrece Meher Baba en Dios Habla, tanto el tiempo como el espacio, la materia, todo el universo que conocemos, no es sino una ilusión creada por la mente de todos los seres de la Creación a través de lo que nosotros llamamos historia (y prehistoria, claro). Por ello, el alma que se libera de esa ilusión, sólo tras millones y millones de encarnaciones, llega a experimentar la Consciencia de Dios, la Eternidad, el Tiempo sin Tiempo.
Hay algunas pistas disponibles incluso para aquellos que prefieren no establecer relaciones entre el tiempo y la espiritualidad. Visitemos entonces, por unos instantes, el siempre fértil terreno de las paradojas.
Paradoja 1: No podemos viajar en el tiempo, pero sí en el espacio. Sin embargo, podemos hacer dos cosas al mismo tiempo, pero no podemos estar en dos lugares distintos en el mismo momento.
Paradoja 2: Podemos desplazarnos en el espacio en cualquier dirección. Sin embargo, no hay modo en el mundo físico de desplazarnos en el tiempo. Vamos en caída libre en una línea unidireccional. (No deberíamos confundirnos pensando en la memoria con respecto del pasado, y la capacidad de previsión pensando en el futuro. También tenemos memoria de distintos lugares, como tenemos memoria de nombres y de sensaciones.)
Paradoja 3: En la hipótesis de que se pudiese detener el tiempo, cabría considerar por cuánto tiempo se detuvo el tiempo. Lo cual, trasladado al campo del espacio, es imposible, porque el tiempo es un objeto dinámico (al menos como se presume desde el mundo físico) y el espacio es estático. El espacio nunca podría “detenerse” o moverse.

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